En primer lugar queremos dar las gracias a Sabatika Tours por hacer posible la vivencia de esta increíble e inolvidable experiencia.

Antes de comenzar nuestro viaje, leímos mucho acerca del país, sus costumbres, sus diversas religiones, la gastronomía etc…pero al verlo, ajustamos nuestra imaginación a la realidad de allí. Voy a obviar la parte más cultural y turística y comentaré sólo un poco algunas experiencias más personales y los sentimientos que nos creó la isla.
Llegamos a Negombo, ciudad famosa por los pescadores. El primer impacto fué la carretera, en la que dos carriles se convierten en cuatro, tuctucs, vacas por el medio, bicis…y eso que nuestro guía (adelanto, tuvimos muchisima suerte con él. Un budista muy culto y una persona increiblemente buena) no era en absoluto temerario.
Pinnawella, un orfanato de elefantes, curiosamente es lo que menos nos ha gustado con diferencia; el espacio está muy bien conservado y los elefantes gozan de espacio y comida…pero algunos de ellos llevaban grilletes en las patas y cadenas colgando…se nos encogió el pecho al verlo y eso que íbamos avisados. Pero luego se compensó!!

Otro día que íbamos en coche (todas las carreteras de allí están rodeadas de selva y maleza) tuvimos la increíble suerte de ver cruzar por la carretera a una familia de elefantes salvajes (unos 9 o 10 en total) sin duda algo mágico que no olvidaremos.

En Dambulla (5 cuevas budistas) nos sorprendió saber que si los pulgares de Buda están alineados, significa que descansa, si no están alineados significa que Buda yace muerto. Sigiriya subiendo por la famosa roca del león, con sus alucinantes vistas panorámicas y sus interminables escalones; corroboramos todavía más la increíble y exuberante vegetación que se extiende de punta a punta de la isla.

Polonnaruva, este fue uno de los mejores momentos de Fran porque justo coincidimos con un bus escolar y todos los niños se le echaron encima, le preguntaban y se reían con él. La sonrisa de la gente allí es innata, pero la de los niños además es constante, y te cala hasta lo más profundo.

Nuwara Eliya con sus campos de té ceilandés. De camino el guía nos paró al lado de la carretera (pues casi todos los negocios están ahí) donde un matrimonio de apariencia ya anciana vendía cocos recién recogidos; nos los partió allí mismo y de camino nos los bebimos. All legar, después de zigzaguear un par de horas, nos explicaron todo el proceso de elaboración de los diferentes tipos de té en la fábrica y degustamos su resultado, estaba sin duda delicioso, el mejor que hemos probado. Vimos de lejos a las mujeres que trabajan recolectando las hojas de té (de sol a sol como aquel que dice) y cobrando una autentica miseria; la verdad me quedé con muchas ganas de acercarme a ellas y poder darles alguna propina (hubiese sido de las pocas que no me hubiese importado).
Kandy, la segunda capital y donde reside el diente de Buda. Hay una persona exclusiva que lo custodia, es más importante que el primer ministro y no se le puede ver. Es increíble la cantidad de gente, riqueza y ofrendas que llegan a ese lugar…nosotros tuvimos la visita por la tarde; en tal caso aconsejamos no demorarla mucho por que a “x” hora cierran el altar donde guardan el diente y ya no se puede pasar.

Y por último en Pasikudah, las playas del Este. Estuvimos en el hotel Amaya beach (para mi, el mejor en el que he estado nunca), el trato excelente, la habitación increíble y el hotel precioso (además coincidió que había poquísima gente en el hotel y nos sentimos como si fuese el resort para nosotros solos).

Fueron 3 días de relax, comida, piscina y paseos por la playa (como no, con sus vacas por el medio y gente jugando a cricket) … después de todo el viaje sin parar, fué como el agua de Mayo. Si es cierto, sobretodo al llegar, que teníamos una sensación “rara”, por que a la gente local de allí le delimitan una zona de playa para poder bañarse, y la que pertenece a la zona de los hoteles no se puede acercar…habíamos leído que la zona de allí, fué la más afectada por la guerra y posteriormente por el psunami, un poco más ligado a la pobreza todo. Aprovechamos para alquilar unas bicis en el hotel y hacer una pequeña excursión por los alrededores. Bajo confesión cargamos la mochila de magdalenas de chocolate del desayuno del hotel y se las dimos a un par de niños que habían en un pueblecillo.
Lo mejor del viaje, la vegetación tan selvática y frondosa de toda la isla, el guía, la pareja de turistas que conocimos y la sonrisa de la gente local.
Esperamos poder volver en otra ocasión por que sin duda ha sido algo espectacular que nunca olvidaremos.

Arantxa y Fran